lunes, 22 de marzo de 2010

…Qué linda tarde de sol, vamos a caminar por la plaza??? Y mi abuela Vita, mientras cojía la sombrilla de encaje blanca traída de las Américas, para cubrir su cabeza, y se miraba al espejo, si el tull, discreto que caía del sombrero le cubria bien el rostro, y pensó…”stasera, sicuro vorrá fare l’amore”…( …esta noche, seguro querrá hacerme el amor)…

Mientras caminaban, (ella siempre un paso más atrás, como correspondía a la época) la pequeña cuestita, que separaban de su casa, de la iglesia y de la plaza, se detuvo un minuto y comenzaron a sonar campanadas de muerte…”quién habrá muerto, que la criada no me haya contado?”…pensó…

Cuando asomaron ámbos a la explanada que daba a la iglesia, vieron mujeres que se santiguaban, y hombres que hablaban en voz alta, entre ellos…

…”hanno ucciso al duca Francesco Ferdinando d’Austria”…!!!! Gritaban algunos, y mi abuelo, se giró, cojió a mi abuela del codo, y regresaron a la casa…

Mi abuelo, no tenía mucho tiempo, y no esperó a la noche para hacerle el amor a mi abuela…

Las campanadas, que anunciaban muerte, en ése momento fueron como la música del primer vals que bailaron juntos, el día que se conocieron…

El viento que había comenzado a aullar, apago la vela, y un tok, tok, de detrás del portón se oyó decir:”Signore Carmelo, Signore Carmelo, lo chiamano dalla posta”…mi abuelo, lo sabia, el tiempo se le había acabado, lo llamaban del ejercito del Imperio…

( La historia de la primera guerra es un verdadero tratado, por lo cual obviaremos miles, porque sino, éste post sería interminable, pero me detendré sólo en lo que mi abuelo me contaba cuando yo tenía 4 años, (y lo miraba con cara de embobado) y no entendía ni de qué carajos me hablaría…así que las cosas que cuento, son las que me quedaron en la memoria, los otros detalles los pongo yo…)

En la única estación de trenes que había en el interior de la isla, en ésa epoca, y del cual, yo ví pasar el último convoy, en el año 1962!!!!..bueno, allí…se mezclaban rostros de mujeres que usaban sombreritos, y las, muchas, que usaban pañuelos negros, despedían al tren que los llevaría a Messina, de Messina a la otra orilla, y continuar viaje…algunos tenían la suerte de bajarse en Roma, otros, seguían rumbo a los Alpes…

Mi abuelo, con algunos otros que ni conocía, iban a pié hasta el edificio del Estado Mayor Conjunto de guerra…
Allí, les darían órdenes…

Mi abuela, en el preciso instante que mi abuelo atravesaba la puerta del pallazzo, se ataba un rodete, y sobre la cama la esperaban unos cuantos modelos de ropa de negro…

La mitad de los 60.000.000 (sesenta millones!!!) de personas que murieron, eran jovencitos inexpertos, que ni siquiera sabían, que había algo más allá de esas montañas…