viernes, 20 de enero de 2012

Llevo varios días con melancolía...

Estoy melancólico...

Es un extraño sentimiento que me invade el cuerpo, que va por los meandros de mi mente y lo llena de interrogantes...

Hace muchos siglos, escuché que la melancolía era como extrañar y no querer volver...
Como buscar en el baúl de los recuerdos aquello que una vez me hizo feliz y que, un día, no sé cuándo, se me perdió...

Un buscar y buscar de manera desesperada pero que lo que voy encontrando es una realidad que viene a avasallarme diciéndome que ya es tarde, y que el último vagón ya va lejos y no me subí...

Siento melancolía...

Melancolía de amistad, melancolía de palabras, melancolía de vivir tranquilo y feliz...
Me ocurre desde que era un adolescente. Llevo algunos días metido en un extraño desasosiego; de pronto cae sobre mi como una nube de melancolía, y ya viajo en ella como si fuera eterna, y como si ya fuera parte de mi naturaleza, para siempre.

Es un estado de ánimo que dura, sé que no dura para siempre, pero mientras dura parece que es para siempre.
Cuando tengo ese estado de ánimo el silencio es mi mejor amigo.

Tengo un pequeño compendio de pensamientos de Aristóteles, y ahí leí su espléndido ensayo sobre la melancolía; ¿quién que no quiera de la vida algo mejor no es melancólico?...

Puede que muchas personas asocien la melancolía con la madurez, como si en la juventud no te invadiera...

Mi padre llamaba melancolía a las manchas que cuando llegó a la vejez (¡la vejez: murió a los sesenta y nueve!!!) le empezaron a salir en las manos; esa melanina a la que él le daba el carácter de un estado de ánimo, representaban para mí también, el peso del transcurso del tiempo...

Pues no es cierto, yo tengo que decir que no tengo manchas en las manos y que me falta aún para tenerlas, pero a pesar de ser aún joven para que me salgan, siento a menudo esa melancolía de la que hablaba mi papá, porque además en la tierna juventud se comienza a ser consciente de la propia realidad, de la responsabilidad , y ello hace querer regresar a la infancia, donde no se es consciente de las cosas y lo único que hacíamos era aprender, jugar y reír.

Aunque por otro lado ahora yo ya era realmente consciente de la necesidad de crecer día día, de aprender de los demás, de lo importante que es el esfuerzo y la lucha, pero sobre todo la ilusión y los sueños, que nunca se deben perder ni abandonar aun cuando uno ya está en la madurez y crea que ya de poco le pueden servir.

El día que aparezcan algunas de esas manchas en las manos, y cada día que amanezca y abra el ordenador para seguir escribiendo estos pensamientos, y las manos me devuelven esa sensación de que es ahora, hoy y cada día, cada vez que despierto, y me enfrente a un día que ya se resta de la vida, será normal como hoy, sentir melancolía...

Cuando llega la primavera, que divide de manera tan evidente un clima del otro, y que se hace antesala dubitativa del verano, es cuando de manera más aguda cae sobre mi el impacto del tiempo.

Son extraños los recuerdos, ¿no? Utilizan fantasmas para alimentar las nostalgias del alma.
Son difíciles de combatir, los muy hijos de puta!!!!

Me estoy acordando de mi profesor de filosofía y literatura de la secundaria,

Norberto del Valle, que ya visita este blog; y fue mi maestro en el Colegio Almirante Brown de mi Barrio; íbamos a su clase como cuando se va a un recital de poesía.

Hablábamos de Aristóteles, y de esos pensamientos sobre la melancolía; él es quizá el principal especialista sudamericano, en el filósofo griego; a punto de cumplir los ochenta años, el profesor presenta el aspecto que tenía entonces: alto, firme, delicado, capaz de una conversación en la que nunca falta la reflexión moral con la que uno se va como si hubiera nacido otra vez.

Una vez nos dijo (estábamos casi toda la clase en mi casa) y venia con un amigo común, al que él acababa de encontrar, los dos habían asistido, por separado, a un concierto cuya solista, una violinista, les habían subyugado: fue un minuto, pero fue fantástico; escucharles hablar sobre música era como asistir a una caricia de los dioses, esa vez nos dijo que el hombre siempre tiene que aspirar, cada día, a ser mejor, no tan solo a ser bueno; la exigencia de ser mejor ennoblece, y ayuda a entender que quizá nosotros seamos igual de buenos o de malos, que los otros.

Del Valle sigue ayudándonos a dudar; esa fue en aquel tiempo su más hermosa enseñanza.
Un radical de la duda.

Comimos pizza , por cierto, y él quiso tomar antes, un te de hierbas que clandestinamente, mi madre le había preparado.
Lo mismo que, hacía unos años, comimos otra vez, y también pidió el mismo té...

Cuando acabamos, él se fue hacia la derecha, el resto de los chicos, hacia el otro lado; yo lo miré de lejos, con su mano izquierda dentro del bolsillo del pantalón, la cabeza ladeada, su traje gris, su corbata de tela. Pensando.
Como cuando nosotros le mirábamos desde abajo y él enseñaba a Kierkegaard desde el estrado, en el colegio Brown, y sus dudas sobre el existencialismo...

Alto, entonces aún más alto, un profesor muy joven al que los demás llamábamos maestro, como él llamaba a Aristóteles..

Uno no puede realizarse solo, por eso la soledad es peligrosa: uno puede pensar las acciones más viles.
Pero ojo:existe también la Soledad con mayúscula,que a mí me es imprescindible;
sentimiento hondo que permite estar a solas consigo mismo y así quizá "aspirar a ser mejor", es preciso conocerse en sus adentros para ello...

Él me tejió tal y como soy ahora,me transmitió este amor por las palabras que todos ustedes comparten y que es una de las cosas más hermosas que se puede experimentar en esta vida, pero eso es otra historia.

Me permitió que conociera a las personas entrañables que hoy conozco y que nunca antes se hubieran fijado en mí, ni yo en ellas y que a su vez me hacen sentir vivo.

Será que tenía razón el filósofo, la única forma de conocerse es mirarse desde afuera, a través de la mirada del otro.

Será que Barcelona me ha sacado de mi mismo y me ha puesto frente a una pared, para radiografiarme el alma y la existencia.

En todo caso, sea como fuere, ahí están, empedernidos, enérgicos, batiéndose con el presente para llenar la cotidianidad e instaurarse en dueños del minuto que vendrá después.

Cada uno necesita y merece tener a su lado a esa gente y puede que cada uno también sea esa persona única que se dirigirá hacia un alma, cuando estamos absolutamente despistados, como me pasa a mi todo el año!!!

Y por cierto que las manchas en las pieles envuelven trozos de vida,son risas y lágrimas y mucho más y por eso me fascinará envejecer y cuando las toque, como hacia mi viejo, y luego mi vieja, y tanta gente que las tiene, sentiré que tocarlas será acariciar el tiempo, el haber sido llevado por él,y será recalar en lo más íntimo de una persona, y disfrutar de mi soledad, de mi nostalgia, escuchare la música que me gusta para esos momentos, y que por favor, no me la invadan...