Estupendos los dos dibujos de QUENTIN BLAKE
Enfrente
de mi edificio, hay una pareja de ancianos que los tienen, vinieron a vivir
aquí a los 20 años, cuando se casaron, y el edificio resplandecía, con su
esplendor catalán modernista del 1895. Hoy, está casi en ruinas.
Son
“La Tere” y “El Joan” …
Cuando
los veo salir de sus casas, ambos con bastón, veo que ambos rompen los tópicos
de la vejez.
Ellos
viven su vida, no molestan a nadie, ni a los vecinos, ni a sus bisnietos y
seguro que algún tataranieto. ¡Ya han enterrado a sus 8 hijos!
Es
entonces que me pregunto y fabulo sobre sus vidas, y me doy cuenta que esa vida
es la suya, la de ellos, la del pasado, la del día de hoy y la de lo que les
quede de mañana.
Son
autosuficientes, tienen salud, y si bien es importante, lo más importante es
que viven una vida desde el mirador de su balcón de la segunda planta.
¡Buen
día Tere! ¡Buen día Joan! Y responden con esa sonrisa pícara de niños de 8
años, o de adolescentes que se escabullen entre los matorrales de la antigua
Barcelona.
No
sé porqué extraña razón me acordé del título de la novela de Jonas Jonasson,
“El abuelo que saltó por la ventana y se largó” y del dibujo animado “Arrugas”
…
Claro,
ellos no saltaran por la ventana para escapar de ninguna residencia, y cuando
me invitan a tomar té con polvorones caseros, en sus relatos queda claro que,
la vida tiene sentido si es vivida cada día.
Él
era ebanista aquí, y trabajó para las familias nobles catalanas. Siempre mezcla
un relato en el que siempre tuvo la ilusión de superarse y en su tiempo libre hacía
de fotógrafo publicista. Con orgullo me
dice cada tanto, “mi mejor amigo soy yo mismo”.
¡Se auto define como un anciano joven feliz!!!
Teresa
nació en Valencia, y en esa época había que tener cojones para venir a Barcelona
y trabajar como costurera, y ayudante de servicio doméstico, que se encargaba
de prender las chimeneas por la tarde noche, en las familias ricas.
Vivió
dos años en Argentina, como nana de una de esas familias, y dice que se considera una persona justa, ponderada,
humilde, servicial y humilde. ¡Basta con ver la cantidad de polvorones que
ha horneado para mí solo!
Su máxima es
saber querer a la gente, y cuando asisten al centro de gentes mayores del barrio,
lo primero que hace es saludar con un abrazo y un beso a los residentes, que en
realidad son teen agers, al lado de los años de ella.
A
pesar de todo, la vida ha sido muy dura para ella y su marido, hace dos meses
han enterrado al último de sus hijos, solo les quedan sus nietos, y bisnietos,
y sí, tienen también tátara nietos, que corretean por la casa tocándolo todo.
¿Saben
con qué se entretienen cuando salen al parque, cerca de casa? Con una vieja
polaroid retratan el aspecto humano, de los rostros de la gente. De la vida
misma.
“Cosas
de Joan”, me codea ella y, mientras, los ojos le brillan de orgullo…
Joan
me confiesa que lo hace sin que los otros se den cuenta, para captar la verdad
que él cree, que es la sociedad hoy en día.
Han
llegado a los 100 años, porque disfrutan del regalo de la vida cada día, con
los afectos de la gente del barrio, con las conversaciones con la carnicera, el
verdulero, el panadero, y recordando cómo era esta parte de Barcelona tiempos
atrás.
Con
una claridad pasmosa, me dicen que llegar a los 100 y más en estas buenas
condiciones, ya que saben que, en algún momento, o nó, tendrán que aceptar el
reto de adaptarse a una serie de renuncias y limitaciones.
A
las físicas se refieren, salvo que a Teresa o a Joan se les caiga un balcón o
una maceta en la cabeza y los deje mirando para cuenca.
Y
aquí vuelvo a lo escrito años atrás.
Hay que tener
un poder de resiliencia tremendo para llegar a este punto, y más
habiendo vivido la perdida de esa “troupe” generacional, que los acompañó durante decenios y que fueron muriendo. Décadas donde tuvieron que replantearse
nuevos retos, dejar muchas cosas atrás y seguir adelante con alegría y
felizmente juntos.
¿Porque
escribo todo esto?
Creo
que la sociedad no está preparada, para poner una voz ejecutiva que dé pié a
estudiar y resolver esta etapa de la vida, la de la vejez avanzada, que uno
fríamente observa desde afuera como algo incómodo, y los vemos como objetos
pasivos y molestos, porque los tenemos delante y no nos dejan caminar a nuestro
ritmo.
Una
etapa irreversible de la vida, donde a todos se los mide por igual y, todos son
diferentes, y es bueno que las cosas se deben y pueden cambiar, replanteando en el cómo la sociedad se comporta con
estos queridos y entrañables seres humanos.
Son personas
que han vivido guerras, hambrunas, crisis mucho más graves que las actuales, y
siempre supieron adaptarse con menos.
Solo
hay que tratarlos con cariño, afecto, respeto, amistad y que no se les trate
como piezas de museo.
No recuerdo quien dijo: Las sociedades
que no respetan a sus ancianos, ¡no merecen existir!
¡Existamos
entonces! Al fin y al cabo, ¡allí es donde hay vida!!!!
Gracias QUENTIN BLAKE