lunes, 3 de enero de 2011

MI POLVO CIBERNETICO

Leo en el periódico de hoy,  los españoles son los que más coquetean y putanean en Internet.

Que, en un ranking en el que son seguidos por los polacos, los dominicanos, los italianos, los yanquis, brasileños y chilenos, portugueses, canadienses y venezolanos; los españoles son losas y lacras, que estan más dispuestos a iniciar una conversación con un alguien al que presuntamente no conocemos de nada y con intenciones algo más que amistosas y no sanctas...

A estas alturas supongo que no sorprenderá si les digo que yo también fui una de esas personas, allá por el 2001, cuando estaba mas solo que la una, esperando la venida de mi ex a Italia, y me divertía a morir, matando mis horas laborales nocturnas de nada...

Nótese bien que he escrito “fui” y no “soy”. En realidad fue un visto y no visto. Un debut y despedida. Lo dejé.
Mis motivos tengo. Enseguida entenderán por qué.

Hace unos años, antes de la democratización de las webs y webscam, cuando comenzó el boom de los chats, yo los observaba con reparos.
Mi amiga Maria Elena, sin embargo, era muy usuaria de ellos y contaba maravillas. Total que un día lo probé y me gustó.

No voy a engañaros: fue un romance breve porque me quedé enganchado del primer chico con el que tuve sexo online y estuve chateando únicamente con él durante unos dos meses, si hasta teníamos la fantasía de tocar la pantalla y sentirnos!!!!

La verdad es que nuestras cibercharlas más intensas solían empezar con las clásicas preguntas de toma de contacto (“¿qué llevas puesto?”), seguían con alguna sugerencia de ocio y disfrute (“acaríciate más rápido”, “tocate el paquete”), después pasaban al deseo de planes compartidos (“me encantaría clavártela hasta el fondo”, “si cierras los ojos podrás sentir mi lengua chupándote la punta muy despacio”) para terminar con la exaltación de la alegría de habernos conocido (“¡me corro!”, “¡sí, sí síííííííííí!”).

Jajajajajajaja...

-“Si ha sido así por Internet no quiero ni pensar cómo puede ser en persona…”, me dijo un día.

Y no tuvo necesidad de apretarme más, les confieso que yo tenía casi más ganas que él de vernos cara a cara. Así es que la cosa se complicaba demasiado.

Era él o mi ex, o me traía a uno o me traía al otro,( la verdad, que si hubiera podido, me traía a los dos!!!) y sabía que si follásemos, seria increíble y, vive Dios que los milagros existen, nos enamoramos
O al menos yo sí.
Y nuestra relación traspasó la pantalla para hacerse casi real.

Así que inventé ni me acuerdo qué historia con éste chico ( Gaston se llama), en que le dije que tenia que irme de Italia, a ver a un hermano que estaba grave en Australia, y que desde allí, seguiríamos en contacto...

Claro, era una manera de quitármelo de encima, porque si lo tenía complicado para ir a Italia legalmente, peor era en Australia...

Y… ¿colorín colorado? ¡¡¡¡¡Nooooo!!!!!

Resulta que unos meses después, sospeché que quizá había vuelto a los chats (que yo había abandonado radicalmente en cuanto él intento entrar en mi vida) y no me equivoqué...

Yo me había inventado un nickname nuevo, y establecí contacto para ver qué pasaba y usaba las mismas tácticas de nuevo y siempre, invariablemente, terminaba con una invitación: “¿Por qué no nos vemos en persona?”.

-“Soy rubio, delgado, 1,90 y me acabo de operar los meñiscos”, le dije cuando me preguntó si podía describirme. Vamos, que si no se tiraba de cabeza… Y se tiró:

-“Pobrecito… ¿y te duele mucho? Yo podría quitarte ese dolor acariciándolos muy suave, muy despacio… Si quieres te puedo poner una inyección relajante justo ahí abajo. Mi aguja es muy grande y gorda, pero creo que no te dolería…”.

Mientras echaba otro ciberpolvo mental con él, le daba vueltas a si podía considerar ya aquello una promiscuidad o, por el contrario, sólo era una conversación con un conocido. El calentón que tenía, me impidió llegar a una conclusión.

-“Quiero hacerlo más contigo”. Me dijo. Y, como no contesté, añadió: “Pero ni por escrito ni por teléfono, en persona”.

-“¿Quieres que nos veamos? Igual a tu novio no le sienta bien”.

Chicas, chicos, eso hay que decirlo hasta cuando estamos casi seguros de que no hay otra persona dando vueltas...

-“Yo no tengo a nadie”, escribió el muy canalla y no me hizo falta que me negara tres veces, en mi cabeza cantó el gallo de la venganza.
Así es que rápidamente decidí que había que asegurarse de que la cita no era para tomar un café. Ya que no le había dicho que yo estaba en Italia, que sin embargo, estaba cerca de su trabajo...

-“Y si nos vemos… ¿qué vas a hacerme?”. De su profusa y explícita descripción, que aquí les ahorro, nació otro orgasmo mental(me daba morbo, la puta madre!!!) y así, todavía jadeante pero con la cabeza muy clara, le dije que sí, que nos veríamos.

Conseguí que quedáramos al día siguiente en un sitio inverosímil: en la rotonda de una plaza céntrica de Buenos Aires...

Me aseguré de que él iría unos minutos antes, pero claro, yo no fui...

A la noche siguiente y, cuando me tuvo delante de su pantalla, y con la web cam encendida, que en mi trabajo habían instalado, y que también él tenía, cuando me vió, casi le da un infarto.

No tengo valor para montarle escenas a la gente, así es que, cuando me cansé de escuchar sus torpes y balbuceantes mentiras, le hice ver las páginas del chat, que yo había impreso, durante mi ausencia y sus ciber polvos con otra gente, y ante las cuales se quedó mudo.

-“¿Te acuerdas del último polvo que echamos?”, le pregunté mientras señalaba los folios que tenía delante. “Pues ése fue el ÚLTIMO polvo que echamos”.

Semanas después volví con otra nueva identidad al chat sólo por curiosidad para hacer una comprobación.
Efectivamente, ahí estaba otra vez, ofreciendo sexo por escrito.

¿Ven lo que les digo? Que, aunque tenga a su disposición la pradera más verde del mundo, la cabra tira al monte.