jueves, 6 de octubre de 2011

La miel, contra la hiel !!!!...

Ahhhhh...Testosterona juvenil!!!!

Divino tesoro!!!!

Fui a IKEA del Hospitallet, para ver como andaban los precios de los colchones, ya que cuando me vuelva a la argentina, alli no bajan de los mil euros, los mas o menos buenos, y en IKEA esos mismos, no superan los quinientos euros...

Ikea...Para mi es como ir a un megagalactico mall de Gucci, pero como nunca voy con dinero, lo único que hago es mirar primero y comprar solo lo que necesite en su momento, sino, es para ir con diez mil euros, y si te gusta la decoración, te los haces mierda en dos horas...

Ademas, es el megacentro de las nuevas parejitas gays y no gays, y aquí va la historia de una del primer grupo, que estuve siguiendo por los meandros del mall, un poco para fisgonear y otro poco porque me daba entre gracia y envidia, tan jovencitos, y ya armando un nidito de amor...

...Por favor Marcos, compremos una cama nueva, que no chirríe, por fa, que paso mucha vergüenza!...

El que quería comprar la cama, era más dulce y parecía dispuesto a ceder en todo menos en la adquisición del tálamo.

El otro, un poco más alto, más rudo, mas macho y absolutamente follable, y menos paciente, acababa de encontrar un motivo para discutir.

...A la cama no le pasa nada. Es el cabecero, que está suelto. Se atornilla a la pared y asunto solucionado...

...Que no, que no... Que me clavo todos los muelles en la espalda. Pero si ese colchón está destrozado. No seas así, hombre. ¿Para qué hemos alquilado la furgoneta si no? Ya que estamos aquí, como nos cabe, elegimos un somier y un colchón y nos los llevamos...

Durante un rato pensé que la lógica aplastante del ansioso comprador de camas acabaría por vencer la resistencia de su espartano novio, pero andábamos dándole la vuelta a las cocinas y a punto de llegar a la zona de armarios, cuando la conversación se fue tornando en discusión.

...Te he dicho que no. No seas pesado, marikon! ( cómo me hacian recordar mis peleas con Guille!!!!...jajajajajaja)...Me gusta mi cama... Ya bastante estresante ha sido la mudanza como para que empieces ahora a tirar las cosas que me gustan...

...¿Yo? ¡Pero si eres tú el que se deshizo el otro día de mis libros de auto ayuda! Y no encuentro los discos de Barbra Streisand, como hayas aprovechado para tirarlos te aseguro que no te lo perdono; eso es un golpe bajo. ¿Y sabes por qué nadie nos habla en el edificio?...( ¿será el eterno estigma de los gays?)

..Porque son unos homófobos...dijo el mas machote...

...Pues no: porque la cama chirría. Elena, la vecina de abajo, está desesperada la pobre. Me la encuentro en el portal todos los días y ya, directamente, se me cae la cara de vergüenza. Antes me decía que si podía gritar menos y ahora ya ni abro la boca, pero sigue sin dormir por culpa de nuestra cama. El otro día la pillé echando publicidad de fábricas de colchones en nuestro buzón. ¿A que no te has dado cuenta? Qué fuerte que no te hayas dado cuenta de que tu novio no gime cuando hacéis el amor. ¿Pero tú me quieres? ¡Qué me vas a querer! Tú no quieres a nadie. Si me quisieras compraríamos esa cama, aquella de allí, la del colchón de viscolátex y te preocuparías de saber por qué no gimo, o me tapo la boca con la almohada!!!!...

Tuve que pellizcar a mi amiga para que borrase la sonrisa de su cara, porque aunque la escena podía tener cierta gracia, la verdad es que para el pobre chico estaba resultando un dramón...

Mi amiga se pasa a veces de insensible o desmemoriada en estas cosas (mucho anticiparse al futuro y poca memoria histórica), así es que le tuve que recordar su mudanza a casa de Sergio, su marido.

Y eso que a ellos se la hizo una empresa y, en teoría, tenía que haber resultado hasta placentera, pero todavía, dos años después, se lanzan dardos, de vez en cuando lo que me hace pensar que estuvieron a punto en convertirse en parte de esa
estadística según la cual una de las experiencias más estresantes para una pareja es una mudanza y en muchos casos no sobreviven a ella...

A mí, la verdad, es que no me ha pasado eso nunca. Más bien al contrario.

Recuerdo la mudanza cuando mi Ex y yo nos fuimos a vivir juntos, que cada viaje que hacíamos con lo que teníamos a mano, lleno de cosas, y era una excusa para rozarnos más de la cuenta y acabar en el suelo del apartamento abriendo cajas desesperadamente para encontrar la de las cosas del baño y dar con los dichosos preservativos.
Al final, después de jugar con fuego unas cuantas veces, y de sembrar la tarima del salón de cosas insospechadas, encontré un condón decorativo que me eché al bolsillo por si nos volvíamos a poner tontos.
Que nos pusimos.

La tarde siguiente, sin ir más lejos, cuando alquilamos una furgoneta para transportar mi sofá, dos estanterías y los restos de mi casa, nada más terminar de subirlos a la furgo, mi Ex me miró de medio lado (lo que en nuestro idioma particular venía a decir: “Te daba yo...”), yo le sonreí del otro medio (en lo que él entendió como un clarísimo: “Pues dámelo ya”), me metió en la carrocería y cerró la puerta.

Sitio no había mucho, pero mi sofá estaba por completo practicable así es que allí, totalmente a oscuras, se sentó después de bajarse los pantalones y me estaba haciendo el mejor culilingus que se ha hecho nunca por detrás en una furgoneta de alquiler cuando conseguí, a tientas, hacerme con el condón decorativo que llevaba en el bolsillo.

Lo saqué del envoltorio y se lo coloqué sin titubeos en un gesto de precisión. Y sólo, en aquel momento, en la carrocería a oscuras de aquella furgoneta de alquiler, entre mi sofá y mis estanterías,descubrí que el preservativo que le había puesto a mi novio era... fluorescente.

Tuvimos un ataque de risa, pero nos pudo el valentón y nos dedicamos a probar la amortiguación de la furgoneta y la toxicidad del profiláctico (no recuerdo haber tenido efectos secundarios, así es que supongo que ninguna).

Fue una cosa corta y menos mal, porque cuando salimos de la carrocería, había parados un par de ancianos delante, a quienes saludamos con exquisita educación, y aquella noche seguro que fuimos las estrellas del hogar del jubilado.

Le iba contando la aventura a mi amiga mientras recogíamos sus nuevos muebles del baño en el inmenso almacén de Ikea, cuando en el siguiente pasillo nos encontramos a la pareja de novios, muy apretaditos, comiéndose la boca junto a las estanterías de los colchones.

...Chicos, si tenéis la furgo cerca, daos prisa, que os guardamos sitio en la cola para pagar”, les apremié con una sonrisa.

Pero se cortaron, los pobres, e hicieron lo posible porque no se notase sus respectivas erecciones tapándose con el colchón enrollado que eligieron y con las cajas del somier.

Decía mi padre que se cazan más moscas con la miel que con la hiel, y mi abuela, que las discusiones se zanjan con revolcones y, como siempre, tienen razón.

Felicito a aquel de los dos que estaba empeñado en comprar la cama, porque logró su objetivo sin pelearse con su novio y seguro que a estas alturas han probado su nueva adquisición varias veces sin que Elena, la vecina de abajo de los chicos, ni el resto de la comunidad de vecinos se entere.

Hay que ver lo que me gustan a mí los finales felices...