domingo, 3 de julio de 2011

Las personas mayores prefiere quedarse en su hogar

El catálogo de soledades en la tercera edad es amplísimo. Existe, por ejemplo, el abuelo urbano, aquel que se queda solo cada mañana cuando los hijos van al trabajo y los nietos a la escuela.

Puede permanecer durante horas abducido ante la pantalla del televisor y reconoce que es su esencial fuente de distracción, como la de mi madre, que vivía en un mundo pasado, y no salia de un canal de cable, que en Argentina se llama “VOLVER”,
donde recordaba películas añejas, y nuestras tardes de cine conde daban tres películas en la matinee... o la de los viejos, con la mirada perdida desde el alféizar de la ventana.

No es el mejor de los paisajes. Pero no es el único.

También está el mayor que está solo, el que no tiene movilidad, el que vive con su pareja cuando los dos pasan de los 80, el que un día se vio en una residencia sin ser preguntado, el que contempla cómo los hijos se lo turnan por semanas con gesto cansino.

No es fácil sentirse en medio de un partido sin poder jugar.

Nuestra sociedad, tan profundamente injusta con nuestros mayores, se debería replantear el debate: ¿residencias sí, residencias no? ¿En qué casos?

A menudo, ésa acaba siendo una circunstancia determinante: la economía.

De día, aquí, pero a dormir, a casa

Los viejos que estan en un proceso de alzheimer en fase inicial, eso es otro tema.
Los que nó, deberían asistir a Talleres de Memoria durante varios años y, junto a su familia, decidir que la residencia es la mejor fórmula para recibir la atención que precisa.
Entrar a las diez e ir a recogerlos a las seis de la tarde. A dormir, a casa.

Conozco el caso de María del Carmen, Bilbaína, de 81 años, era cajera de un restaurante y ahora ni siquiera recuerda cómo sumar euros.
Con apenas 40 años quedó viuda y con cuatro hijos a su cargo.
Nuria, la tercera, fue quien se encargó más directamente de ella supervisando, después del trabajo, que en el hogar de su madre, que prefería vivir sola, no faltara de nada diariamente.

Hace unos años, me contó, empezó a tener actitudes extrañas. Le desaparecían las cosas, decía que le robábamos nosotros, no recordaba qué acababa de comer, se alteraba... y nunca, nunca –ni ahora– reconocía estos fallos de memoria inmediata", explica Nuria Un escáner en el Clínic descubrió sus carencias, y les derivaron al centro ACE, veterano en el tratamiento del alzheimer.

Donde suelo ir yo también, cada 6 meses, ante la incertidumbre de tener un 20% de probabilidades genéticas de contraerlo...
Mi madre murió con ésto, mi abuela, sus hermanas...

Pos si, así es, también es por eso que escribo este blog, antes que no me acuerde mas, si me tocan todos los números algún día, y en este blog, estará escrito lo que no encuentre mas en la maraña cerebral...

Nuria me contó, que su madre, tuvo varias cuidadoras en casa, pero ni ella las admitía –"tuve que decirle que se las ponía el Ayuntamiento"– ni ninguna resistía el suficiente tiempo como para encajar las broncas o los sollozos sin aparente argumento de la anciana. "Dejó de recordar cómo se cocinaba, repetía cosas del pasado con incongruencias, pasó crisis de alucinaciones, incontinencia, adaptamos una instalación eléctrica... Nos daba miedo cualquier descuido, era un desasosiego constante".

Su vida ha cambiado. La de su madre también...

Hace un mes, María del Carmen, no se levantaba de la cama hasta el mediodía y necesitaba la atención continua de su hija –aseo, comida, medicinas–, que se desdoblaba llevando el mantenimiento de dos hogares, el trabajo y el cuidado de sus dos hijas.

Ahora acude al centro, puntual, a las diez de la mañana, como un niño disciplinado que se dirige a la escuela. Hoy toca desayuno, taller y después ejercicio.

"Yo quiero que mi madre esté vinculada a su hogar mientras sea posible: por la noche dormirá en casa. Pero también le digo que para mi vejez lo tengo muy claro: llegado el momento, que me lleven a un centro especializado. No quiero que mis hijas y mi marido tengan que cargar conmigo", explica Nuria, la hija de María del Carmen, en una reflexión macerada durante años de dificultades

De no haber podido acceder a esta solución, reconoce, "me hubiera costado el matrimonio".

Habla con verdadero respeto y amor de su madre, ha hecho por ella todo lo que ha estado en su mano y ahora cree que ha llegado el momento de pedir ayuda.
María del Carmen, ya no recuerda a algunos de familiares, ni lo que acaba de leer, o que la comida sobrante no se tira en el retrete sino en la basura.

Pero esta mañana se la ve contenta con sus compañeros de taller, y los episodios de crisis y desubicación, por suerte, se le olvidan al minuto de sufrirlos.

Se arregla el pelo y, con gesto de coquetería, pregunta si, de verdad, va a salir ella en la tele, miente todos los días la hija..
"Claro, mamá". "¿Por qué?". "Por guapa".

Hace poco se lamentó a su hija de que ya no le quedaban fotos de su marido, al que perdió tan pronto.
Estaban todas en el primer cajón de la cómoda. Donde siempre, como siempre...

Éste es un tema de mierda, del que recién estoy en condiciones de comenzar a hablar, ya lo estoy asumiendo, y sólo pido, que si me toca ese 80%, que no tengo, Dios me encuentre en paz y confesado...

Ya seguire hablando de ésto...