Ilustración de PAULA BONET
Hablar sobre los celos es todo un dilema, y saco a relucir el
tema, por una larga conversación que tuve hace poco.
Es como si quisiéramos hacer una tortilla sin romper un solo huevo.
Qué dilema!
Evidentemente, cuando en una familia, como la mía, hay dos
hermanos varones más mayores al que nace, siempre habrá uno que tendrá celos, y
cuando estos pasan de ser un estímulo, se convierte en un problema serio.
A mí me pasó y me pasa con mi hermano del medio, que aún vive.
Pero jamás reconocerá que siempre tuvo celos de mí.
Tema que no contaré, porque a pesar de todo, es mi hermano y, aun
lo respeto, por esa cosa de que es mayor que yo, aunque aún tiene esos
arranques de niñato mal criado que dan ganas de matarlo, resucitarlo y volverlo
a matar. Como en un bucle temporal.
Intentaré escribir una tesis muy mía y breve sobre esto, para dar una
respuesta a un problema concreto de la sociedad. No escribiré una novela
pretendiendo representar la vida con sus contradicciones.
Voy a plagiar a una frase de Umberto Eco, cuando dice:
“Para
narrar algo, uno comienza a crear un mundo que debería ser lo más exacto
posible, de manera que pueda moverse en el con absoluta confianza” …
Es entonces cuando comienzo a pensar que cuando los celos son
estimulantes, está todo bien, evitan la monotonía. Pero los celos rencorosos,
esos que se sacan a relucir ante el mínimo intercambio de ideas diferentes,
esos son los que generan conflictos gravísimos.
Los seres humanos, nacemos y necesitamos sentirnos únicos en
nuestros primerísimos años de vida.
Únicos, exclusivos y deseados por todos.
Por eso suele suceder que cuando nace un hermano, aparece un
rival, que será el que competirá por el amor de sus padres ya que, en esos
primeros años de vida es cuando se resuelven los celos y esa circunstancia
marcará el tipo de relaciones que tendrá con los vínculos y, con el resto de la
gente.
Y aquí vamos con el tema “celos en la pareja”.
Los llamados “celos normales” ayudan incluso que una pareja sea más
erótica, porque se siente más necesitado por la otra parte y, desde el deseo,
con esos “celos normales” se llega a no caer en la monotonía que suele haber en
las parejas.
Amando es creer en la otra persona, valorarla, tenerle confianza,
y admirarlo/la.
¡Es lo normal! El temor a la pérdida del ser querido y el miedo
por no poder conservarlo y, prudentemente ayudan a motivar y enriquecer ese vínculo.
Por la otra parte, el exceso de preocupación, ya pasa a ser más
que amor, posesión.
La posesión manipuladora de personas inseguras y dependientes, donde
como dijo un amigo mío:
“tengo que llamar a mi ex para que me diga dónde
mierda están las sábanas!!!” …
Son personas que sufrieron o sintieron que sus padres no lo
querían del mismo modo, que al recién llegado al seno de una familia.
Por aquí pasa el cuento de mi hermano…
Lamentablemente, estas personas, hacen interpretaciones irreales
de muchos aspectos de sus vidas, porque creo que, es allí en esas edades donde
los celos delirantes, logran que esa persona sea con el tiempo un ser apagado,
y siempre a la defensiva.
Lo importante en esos casos, es evitar los sobreentendidos,
dejando claro que no hay rivales, reflexionar sobre esto, ver qué le pasa al
otro, contenerlo, contenerse, preguntarse en vez de preguntar o contestar
airadamente.
En fin, y para cortarlo acá,
LOS CELOS SON UNA MIERDA…
Ilustración de PAULA BONET