lunes, 12 de diciembre de 2011

Vivir libremente!!!!!

"Me amo a mi mismo, cuando estoy contigo mismo,y soy un nuevo cuerpo, tan lindo, y de superiores sentidos y estremecidos nervios" ( poema de no sé quién )

Vuelvo sobre mis pasos, un poco porque en casa tengo chicos que lo estan pasando, yo lo he pasado, y me voy a referir como en otras oportunidades a:
Los amores dependientes

¿Por qué nos ofendemos si el otro no se angustia con nuestra ausencia?
¿Por qué nos desconcierta tanto que nuestra pareja no sienta celos?
¿Realmente estamos preparados para una relación no dependiente?
¿Alguna vez lo hemos intentado?
¿Estamos dispuestos a correr el riesgo de no dominar, no poseer y aprender a perder? ¿Alguna vez te has propuesto seriamente enfrentar tus miedos y emprender la aventura de amar sin apegos, no como algo teórico sino de hecho?

Si es así, habremos descubierto que no existe ninguna contradicción evidente entre ser dueño o dueña de la propia vida, y amarse a uno mismo.
Por el contrario, cuando ambas formas de afecto se disocian y desequilibran, aparece la enfermedad mental.
Si la unión afectiva es saludable, la conciencia personal se expande y se multiplica en el acto de amar. Es decir, se trasciende sin desaparecer.

No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo, pero sí podemos amar sin esclavizarnos. Una cosa es defender el lazo afectivo y otra muy distinta ahorcarse con él. El desapego no es más que una elección que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo.
El desapego no es indiferencia

Equivocadamente entendemos el desapego como dureza de corazón, indiferencia o insensibilidad, y eso no es así.
El desapego no es desamor, sino una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son: independencia, no posesividad y no adicción.
La persona no apegada (emancipada emocionalmente) es capaz de controlar sus temores al abandono; no considera que deba destruir la propia identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo y la deshonestidad.

Desapegarse no es salir corriendo a buscar un sustituto afectivo, volverse un ser carente de toda ética o instigar la promiscuidad.
La palabra libertad nos asusta y por eso la censuramos.

Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es distanciarse de lo perjudicial y hacer contacto en la ternura.
Quien decide romper con la adicción a su pareja, entiende que desligarse Psicológicamente no es fomentar la frialdad afectiva, porque la relación interpersonal nos hace humanos (los sujetos "apegados al desapego" no son libres, sino esquizoides).

De manera más específica, podría decirse que detrás de todo apego hay miedo, y más, algún tipo de incapacidad.
Por ejemplo, si soy incapaz de hacerme cargo de mí mismo, tendré temor a quedarme solo, y me apegaré a las fuentes de seguridad disponibles, representadas en distintas personas.
El apego es la muletilla preferida del miedo, un calmante con peligrosas contradicciones.

El hecho de que desees a tu pareja, que la degustes de arriba abajo, que no veas la hora de enredarte en sus brazos, que te deleites con su presencia, su sonrisa o su más tierna estupidez, no significa que sufras de apego.

El placer (o si quieres, la suerte) de amar y ser amado es para disfrutarlo, sentirlo y saborearlo. Si tu pareja está disponible, aprovéchala hasta el cansancio; eso no es apego sino intercambio de reforzadores.
Pero si el bienestar recibido se vuelve indispensable, la urgencia por verlo no te deja en paz, y tu mente se desgasta pensando en esto: bienvenidos al mundo de los adictos afectivos.

Recordemos: el deseo mueve al mundo y la dependencia lo frena.
La idea no es reprimir las ganas naturales que surgen del amor, sino fortalecer la capacidad de soltarse cuando haya que hacerlo.