domingo, 3 de octubre de 2010

Embrujado, por el encanto de una casa...
Cuando llegué a mi hogar, luego de un largo tiempo fuera, sentí que mi corazón explotaba de emoción...

Tengo que hacer miles de kilómetros, y cierro los ojos, y siento que voy a paso de tortuga, doblando, bajando por senderos sinuosos, en un Rolls 57's, hasta que allá en el fondo, se divisa el castillo enorme de Camelot...

Cuando entonces es que te despiertas, y te encuentras en la realidad de tu barrio, con tu monstruo y con el amor...

Mi querida, Tina, no sabes cómo te extraño....A veces pienso, que tengo como la maldición de no ser feliz....( no es para mearse de amor??)

Ése, es otro de los encabezados de las cartas que mi padre le enviaba a mi madre, cuando estaban; él en Argentina; y ella con su crío, allá, en los pies del Etna...

Pero a veces, creo que la maldición la tuve yo, por varios motivos; y es no haber nacido, ni mi vieja, ni yo, en los Estados Unidos...
Pero, por otra parte, cómo habría resultado mi vida?

Mientras, en los Estados Unidos, sus tías, habían cogido la pasión de tener una casas o pisos, dignos de ésos tiempos, que era servir a las tradiciones, y que el estilo pre – guerra imponían. Debía mantenerse y perdurar...
Ellos en cierta manera, eran activos participantes de la comedia, que significaba ser “americanos”...

Recibían invitando gente de todo tipo. Contrataban cocineros especiales, para que les hiciera el cochinillo en manera asada, dándole vueltas lentamente, sobre las llamas de maderas, y ramilletes de la hoja del hinojo, como se hacia mil cien años atrás...Y los de Segovia, España, creen ser los inventores de la manera de hacerlo o cortarlo...

Nina, la mayor de mis tías abuelas, que estaba casada con un millonario oriundo de Virginia, era la que más se deliraba de las 6 hermanas, porque su marido, se presentaba para congresista...
( ya les contaré la historia de la otra gemela...)

Mayordomos, también contratados, recorrían las estancias de la mansión, pero de las de verdad anunciando el horario de la cena y recordándoles a los invitados, que es de etiqueta...”Ladies and Gentlemen; supper will be served at nine p.m. O'clock; tuxedo is requested”...

Los mismos, que luego servían las comidas en bandejas de plata...

Que esa casa está en venta; 4 millones y medio de dolares, en Brooklyn (¿tendré algún derecho, por llevar los mismos genes?)...

Ya me lo habían contado mis primas romanas, Patricia, y Stefania...Yo de pedo, había, visto , en el Herald Tribune, una foto de la misma, y todos sus detalles...Me acuerdo que había dicho... cómo me gusta... Siento que debería ser mía...todo éso, sentado en el inodoro, cagando...pero la miraba embelesado, como si fuera una casa extraordinariamente encantada...

Los invitados con sus hijos, sin mascotas, no eran bienvenidos, demasiado riesgo de daños materiales...
Lo mejor de china, los miraba , siempre a través de los cristales.

¿Como es que los primos americanos, de quienes, encima, me les parezco y que conozco, sean capaces de vender esa casa? donde el calor era lo suficiente justo, y de esa manera los viejos muebles de roble, lo agradecían, y que no tuvieran esa poderosa sensación de ser los propietarios, ya que la casa es como que nos pertenece y que nosotros también formamos parte de ellas; tanta historia cocinada allí dentro, con todo intacto, ésas arañas colgantes de cristal, que para limpiarlas, había que bajarla, donde ademas todos crecieron , y que nuestras madres, y abuelas, dieron a luz, te ha hecho sentir seguro, te contiene, suele murmurarte, y poco a poco uno empieza a crecer y te cobija, mientras, el futuro te espera allí fuera...

Es la misma sensación, que he tenido, las dos veces, solamente, que he ido a mi casa en Buenos Aires, con todas las salvedades incluidas...

Mi familia, nunca fué lo suficientemente rica, para vivir en una casa esplendida, como la de la familia de mi madre, grande, gloriosa, impactante.
La única solución que mis viejos encontraron, era tener una que nos protegiera y contuviera.

En pocas palabras, mi casa de Buenos Aires, absorbe todo el amor, y la historia...