Del legado de Edward Gorey
En mi familia había una norma:
"Si puedes estar sentado, no estés acostado; si puedes estar de pié, no te sientes; si puedes estar de pie, camina; si puedes caminar, corre y si puedes reír, RÍE Y HAZ REÍR A LOS DEMÁS!...
He explorado a través de estos años de terapia que los sentimientos motivan nuestros actos, y que somos víctimas de esos mismos actos, actos que se crean en alguna puta parte del cerebro y nos engaña constantemente.
"Si puedes estar sentado, no estés acostado; si puedes estar de pié, no te sientes; si puedes estar de pie, camina; si puedes caminar, corre y si puedes reír, RÍE Y HAZ REÍR A LOS DEMÁS!...
He explorado a través de estos años de terapia que los sentimientos motivan nuestros actos, y que somos víctimas de esos mismos actos, actos que se crean en alguna puta parte del cerebro y nos engaña constantemente.
Solo sabemos que
queremos ser felices, pero nos cuesta identificar nuestros sentimientos,
explicarlos, demostrarlos. Los vivo diariamente! Y los que me conocen ya saben con
quién y porqué…
¿Cómo podemos
identificarlos? ¿Cómo lo logramos?,
¿cuál es el secreto de la felicidad?
Cada uno sabemos cuál es el secreto de la
felicidad, sabemos con qué cosas podemos obtenerla y otras con las que no, pero
no sabemos cómo conservarla.
Y me dice mi terapeuta que está bien así.
Nuestras emociones tienen que fluctuar, si
siempre fuéramos felices no estaríamos motivados para hacer cosas. La felicidad
es un sitio que podemos visitar, pero no quedarnos ahí.
¡Y ahora que lo escribo, me doy cuenta que sería
insoportable!!!!
Entonces me acuerdo que le pregunté (qué raro, yo cuestionándolo todo)
¿Pero y por qué queremos ser felices? Y me respondió
(lo tengo aquí, apuntado en un costado de mi libreta de análisis) …
” No hay una razón, la felicidad es la razón más
importante para todo lo que hacemos”. ¡WOW!
Pero a todos, no nos hacen felices las mismas cosas. Pensaba mientras volvía a mi casa en el H10, el autobús que me deja en la esquina de casa.
Es otra ilusión que tenemos, pensamos que somos
muy distintos, pero las diferencias entre nosotros son muy pequeñas. Nos hacen
felices las mismas cosas, y lo que más dicha nos proporciona es la vida social.
¿Así, la gente que vive sola es menos feliz que los que viven con alguien?, me pregunté mientras caminaba y gesticulaba con las manos (¡ahí va el
pirado del 5to-1ra, dirían los vecinos!).
No necesariamente, lo que importa es la distancia psicológica de la gente, no la física.
Fue cuando se me encendió la lamparita y me di
cuenta que, de la misma manera que tenemos ilusiones ópticas, y al mirar una
carretera parece que ambos lados se juntan en el horizonte, el cerebro también
nos engaña al recordar algo que nos ha ocurrido en el pasado.
Cuando almacenamos una experiencia, la reducimos
a unos cuantos datos, la comprimimos, y luego, cuando la recordamos, la
extraemos y rellenamos los huecos con detalles que no estaban ahí, pero lo
hacemos tan bien y a tal velocidad que no nos damos cuenta y nos hacemos la
ilusión de que ocurrió así.
También nos hacemos
ilusiones con el futuro. Fantaseamos. Como cuando logro que alguien me dé bola cuando coqueteo y me siga la corriente, y me veo felizmente abrazado bajo un edredón mirando
tele y afuera nieva, o truena, o se cae el mundo.
Pues sí. Cuando pensamos en el futuro, lo vemos
mejor de cómo será, nos imaginamos triunfando, más que metiendo la pata.
En realidad, tenemos un optimismo poco realista
respecto al futuro. Y también ocurre, al contrario, cuando imaginamos cómo nos
sentiríamos si perdiéramos un ser amado, o un hijo o no pudiéramos mover nunca
más las piernas, pensamos que no lo podríamos superar, pero he conocido gente
que ha tenido experiencias terribles y se recupera mucho más rápido de lo que
piensa.
Lo confirme conmigo mismo, y según pasan los
años, regresamos al punto en el que estábamos o a uno muy cercano.
La gente es muy resiliente, pero no lo sabe.
Mi terapeuta me dice
que lo soy y que además soy un superviviente, y yo a veces, solo a veces, me lo creo y me hincho de orgullo.
Como si tuviera un sistema inmunológico que me defiende de las enfermedades, y otro psicológico que me defiende de las tristezas que me llevarían al más profundo de los infiernos.
Ojo, que por ahí me lo permito, pero nunca más
de dos o tres días, y algo me saca del sopor y me pilla de los pelos del culo y
hace que me ponga en marcha, y me duche y arregle, aunque mas no sea para ir al
súper mercado.
Ya pasé por ese infierno un año larguísimo entero,
y no quiero más.
Es entonces que algo en mi me hace marcar una
raya o frontera imaginaria y me digo “hasta aquí llegamos” …
Sí, y me invento una felicidad casi tan buena como la
natural. Y sigo con mi novela de ficción.
Sí, es una capacidad que tenemos todos, aunque en algunas personas el sistema de auto defensa trabaja mejor, pero sólo se activa ante ataques a gran escala.
Sí, es una capacidad que tenemos todos, aunque en algunas personas el sistema de auto defensa trabaja mejor, pero sólo se activa ante ataques a gran escala.
¿A qué me refiero?
A que podemos llegar a perdonarle a nuestra pareja una jugarreta muy fea, y en cambio no le pasamos que deje los platos sucios en el fregadero. Es una paradoja, pero así funcionamos. ¿No?
A que podemos llegar a perdonarle a nuestra pareja una jugarreta muy fea, y en cambio no le pasamos que deje los platos sucios en el fregadero. Es una paradoja, pero así funcionamos. ¿No?
Si nos rompemos una pierna, vamos al hospital,
pero si nos hacemos un rasguño lo dejamos estar, es muy pequeño para hacer
algo, pero quizás nos moleste durante semanas.
A veces perseguimos algo
que deseamos mucho y cuando lo tenemos vemos que no nos hace tan felices.
Claro, y pensamos que el error está en lo que deseábamos, pero el error es
pensar que la felicidad durará para siempre. Es que nos gusta controlarlo todo.
Pero eso no nos conviene. Aunque parezca lo contrario, los compradores son más felices cuando no pueden devolver lo que compran. Tener muchas opciones nos aturde.
Pero eso no nos conviene. Aunque parezca lo contrario, los compradores son más felices cuando no pueden devolver lo que compran. Tener muchas opciones nos aturde.
Y por experiencia
propia diré algo que todos pensamos: ¿Y el dinero, ¿hace más feliz?
Sí, sin duda. Pero la respuesta es más compleja. El dinero es una vía muy efectiva de hacer feliz a la gente que está en la pobreza, pero llega un momento en que más dinero no te hace más feliz
By Quino
Sí, sin duda. Pero la respuesta es más compleja. El dinero es una vía muy efectiva de hacer feliz a la gente que está en la pobreza, pero llega un momento en que más dinero no te hace más feliz
By Quino