lunes, 13 de marzo de 2017

LOS CHICOS DE "CAMELOT"

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(Pintura en el Louvre del supuesto CASTILLO DE CAMELOT -circa 1658-)


La casona de mis ancestros me trae muchos recuerdos.
El olor de las comidas. La siembra del trigo y del maíz. Los fardos de alimento para los caballos. Las mujeres zarandeando el trigo. Las ancianas sabias, sentadas en sus sillas de paja en las puertas de sus casas, las que siempre estaban con gente más joven, a los que les transmitían sus sabidurías como si fueran oráculos.
Ese aroma a tomate recién cosechado que, con albahaca picada, aceite de oliva casero y ajo molido, hacían mis delicias. Ese pan amasado en tinajas de maderas nobles de ancestrales robles, recién quitados del horno y, caliente, caliente, que lo sacabas de su arcón envuelto en frazadas y, estabas dos horas haciendo como que escupías el dedo, por haberte quemado. ¡En el aire del pueblo, esos eran los olores que se
olían! ¡Lo inundaban todo!

Y los sonidos.
Esos sonidos, cuando nadie hablaba de la contaminación acústica.
El rebuzno de las mulas con sus lomos cargados de tinajas gigantescas, hechos de barro y arcilla a mano, y cargaban aceites nuevos. El de los vendedores ambulantes, que, en sus motos/camionetas Siambretta, con tres ruedas ofrecían “pesce frescoooooo” y, que de tan frescos se escapaban coleteando en las cestas expuestas, o esos otros que gritaban “verduraaaa!!! Frutta!!!!, las que recién cortadas del día, hacían una fusión de aromas que nunca más volví a oler.

Fue allí donde crecí gran parte de mi vida, durante los tres meses que duraban las vacaciones en los colegios donde vivía.
¡Allí era un chico feliz!!!! Venía de una ciudad de cemento y, para mí, todo aquello era como sentirme en la isla de Robinson Crusoe.

No os lo cuento como algo que me falte, yo lo viví, ¡sé que se siente!
Pero…

¡Qué pena me dan los chicos de estas generaciones! ¡Una triste pena!
Sobre todo, a los que me referiré en los “Chicos de Camelot”, sus modos de vida y la de sus familias.

Me sorprendió ver que no existen estudios antropológicos de esa clase de personas, que no hubiese información sobre éste fenómeno. O que al menos yo no lo haya visto o leído. Arrancaré yo (creo).
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(Foto aérea de un Barrio cerrado, Country, Condominios, y nombres etcéteras)
A mi modo, me da miedo lo que les espera a los hijos de mis amigos, y a todos los que pululan en esos ámbitos.
También me da miedo los que no están en esos sitios físicos y, que como le digo a mi amiga REBECA:
“NO ROMPAS LAS PELOTAS, ENVÍA A TU HIJA A APRENDER, TAMBIÉN, ARTES MARCIALES”
La vida en los barrios cerrados, transformó la cultura y no creo que sea una exageración.

He conocido muchos barrios cerrados y, gente que vive en ellos.
En Brasil, los que están cerca de la Lagoa Rodrigo de Freitas.
El de Perú, donde vivía Mario Vargas Llosa.
Los de Colombia, donde por causa de las FARC, la sociedad se gentrificó en otros sitios
Los de Estados unidos, que son reproducciones de los films de Steven Spielberg.
Los de Argentina, que son pretenciosas casas, con reminiscencias europeas, donde es precisamente en éste país, donde he visto desde el inicio del primero construido, el “Tortugas Country Club” allá por los años sesentas, O “El Náutico de Escobar” cuando éramos solo 5 ó 6 los que íbamos a cazar patos, y viven allí tres ó cuatro generaciones de argentinos. SE DE QUE ESTOY ESCRIBIENDO…

ES lógico.
Argentina, Brasil, México, U.S.A, han sido empujados por la gentrificación y por la seguridad, para más inri.
Pero son los chicos de primera y segunda generación los que me preocupan, ya que al vivir en una suerte de “castillos de Camelot”, no sé si están preparados para tener un buen grado de resiliencia.

A estos chicos se les ha inculcado, que ser brillante, tener talento o alcanzar el éxito en todos los aspectos de la vida, sabotean el bienestar, hace replantear el foco al que quizá debería ir dirigido nuestro empeño, cuando buscamos la plenitud emocional. Lo que determina el grado de satisfacción, depende de las experiencias vitales.
¡Estos niños no las tienen!

Ya desde que un matrimonio sin hijos decide ir a vivir allí, por seguridad o por estatus, y desde que entran en el juego social, el sistema manda una dirección si se quiere alcanzar la felicidad: el éxito dentro de su propia estructura. Cuando nacen los hijos y, sus padres están abocados a pagar lo que cuesta vivir con relativa seguridad y, según sus planteamientos, lo que les han de otorgar es una educación sobresaliente y una gran carrera.

Estas cosas solo ocurren, aparentemente, en lo que se proyecta al exterior.
Será ése factor motivador básico el que les provoque a esos niños, confundidos con la realidad de la ciudad de cemento, o las de barro, un sentimiento negativo que se asocia al fallo o al fracaso y, puede ser más poderoso que el disfrute que se experimenta cuando nos va bien.
Desde ya, el hecho de estar rodeados, en un gran porcentaje de gente que considera que, si te acostumbras a ganar, será difícil que ellos asimilen encajar cuando pierden y lo único que tendrán serán las imágenes que darán y valoraran socialmente, con los estudios recibidos. Sobre todo, los que se han ido a vivir allí “pour la gallerie”.
No soy padre, ni quiero serlo, pero sé por mis experiencias y por la de algunos trastornados como yo que, habría que preparar a estos chicos, para ganar, pero también para perder, ya que esto último es una de las herramientas más importantes cuando aparecen dificultades.
Será esta fortaleza la que los ayude en situaciones futuras, las que vendrán muy pero que muy peligrosas, para que puedan transformar situaciones horribles, desesperantes y negativas, en resultados positivos que, además, les facilitará el crecimiento personal a pesar del fracaso.
El gran inconveniente, es que no todo el mundo tiene los mismos niveles de resiliencia, ya que muchas personas sucumben ante los fracasos (mínimos, la más de las veces) o situaciones de crisis, sino que, si lo desarrollan con ayuda de sus padres y que vivan la realidad más allá de extramuros, a que desarrollen estrategias que les permitirá mejorar, lo que deban hacer y conseguir los recursos necesarios de adaptación y seguir creciendo.
Tampoco hablo de convertir a los niños en desconfiados, asustadizos, o en “NI-NI”, pero a que aprendan por ellos mismos, a conseguir lo que quieren. Con esfuerzo (mucho), dedicación, tesón, y paciencia. Sobre todo, esto último, ya que en esta era de la inmediatez, lo quieren todo YA, APENAS APRIETAN UN BOTÓN DEL MÓVIL.
He visto y comparado determinados patrones entre las generaciones de padres de hijos de hasta 25/30 años, que les inculcan el valor de lo competitivo y no les dan pie a demostrar las emociones en el nivel de exigencia, que les machacan para ser exitosos.
¡Sé también que en los colegios no enseñan educación sexual!!!! Y no hablo de la educación del Kama Sutra, pero ¿cómo es posible, que por pacatería, hayan adolescentes que no sepan lo que es una E.T.S. ( enfermedad de transmisión sexual) cuando todo es tan fácil en estos tiempos, y crean que la sigla E.T.S., sea un nuevo grupo de…¿¿¿ Hip-Hop?????
Por eso sucederá que ellos, los más chicos, el no conseguir éxito en sus actuaciones, les provoca reacciones de intolerancia, apatía, e incluso crean o sientan que viven al margen de lo que quieren y, que “el pertenecer” a sitios de estas índoles, les dará luz verde para todo. ¡Ya ni hablemos de los padres, que ven sin mirar!
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¡QUE PENA!
Está bien ser bueno o excelente en algo que les produzca felicidad, todo dentro del marco de la ley, respeto y orden, pero también han de saber que esa felicidad dependerá de con quienes se comparen y cuáles son las metas.
¿SON CONSEGUIBLES? ¿POSEEN LA CAPACIDAD PARA LOGRARLO? ¿Y EL DINERO QUE TODO ESO (GRACIAS A LA GLOBALIZACIÓN) CUESTA?
En pocas palabras, hay que ver qué sucederá si no lo logran.
Los seres humanos poseemos fortalezas psicológicas como la fe, la solidaridad, el altruismo, la generosidad. Cuando los seres humanos fortalecemos estas cualidades, siempre aumentará el grado de satisfacción y bienestar.
No hay mucha ciencia en ello. Es una cuestión interna, que se ejercita con cierto orden mental y, aprendiendo a valorar las pequeñas cosas, con pensamientos positivos de nosotros mismos, o sobre las personas en general, evitando compararse con “los mejores del barrio” y valorar lo que se tiene y disfrutarlo sanamente.
En resumen, solo hay un Messi, o un Bill Gates.
Se debería disfrutar de lo que uno tiene. Del tiempo libre, de las cosas pequeñitas que la vida ofrece y, si hasta quieres, disfruta con la muerte del que “lo tiene todo”, porque seguro les debe joder muchísimo marchar al otro barrio, ¡en un ataúd sin bolsillos!!!!
Por eso estoy en contra de que los chicos sean los “hijos de Camelot”, porque si viven rodeados, siempre, de las mismas gentes y sus cosas, no sabrán desarrollar el instinto de supervivencia.
Las imágenes que reciben estas personas y aún más los niños, logra que se están perdiendo fuerza las palabras, ¡con la autoridad y respeto que deben impartir los padres!
En estos momentos en el que todo, para ellos, todos son estímulos visuales, pareciera ser que sus ojos, ya dan por hecho que el dolor y la crueldad que pasa en otras partes del mundo sea normal y, que ellos estarán a salvo. Sí, talvez, pero en un futuro muy inmediato, las cosas no serán como las de antes...
Una de mis amigas en Buenos Aires, me dijo que cuando ella pensaba en sus nietos, o los hijos de su hijita (aún es una niñita), le da como tristeza( Tú ya sabes quién eres).

Es claro! Y más teniendo a un loco de inquilino en la casa blanca, un macho alfa, que pretende a través de sus locuras, demostrar el poder del más fuerte. El señor Trump – etin necesita una guerra para demostrar, que todas las sartas de mentiras que ha dicho, eran reales y de ese modo callará al resto de la sociedad que lo abomina…
Allí si, que no habrá rincón donde esconderse, porque así se viva en países donde no pasaría nada, no estarán exentos de la lluvia ácida radioactiva, que hará que las pieles de millones de niños se llenen de pústulas y poco a poco, TODOS DEJEMOS NUESTRAS PIELES (literalmente) en los suelos.
Siento para mi desesperación, cuando oigo hablar a ellos (padres, hijos, nietos…MIS AMIGOS Y AMIGAS) que les debe de dar lo mismo y ser capaces de ver pasar lo que sucede, por eso no se aferran a nada.
Lo han tomado como una rutina. Eso, si esos padecimientos no suceden en las puertas de sus casas.
Por eso estoy convencido que esos chicos que creen que siempre serán cuidados, jovencitos, monos y envidiables, crecerán, se harán más viejos y más vulnerables, y es aquí donde reside la importancia.
Si saben manejarlo o prevenirlo, con la edad que sea la que tengan, sabrán que se puede acabar con las mendaces Y CONTRIBUIR A QUE TENGAMOS UN PLANETA Y UNA SOCIEDAD MÁS SABIA. MEJOR, NO LA QUE SE REPITE CONSTANTEMENTE, CON EL “Ande yo caliente, ríase la gente”.
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(esto dá para rato…)