Esta es "La mia Zia Tuzza", y es increíble cómo los genes se transmiten de generación en generación,
yo tengo la misma mirada y la misma boca, claro, ella era más mona que yo!
He escrito sobre el amor, sobre las comidas, sobre mi familia
directa e indirecta, sobre política, sobre filosofía y sufismo; también sobre
las guerras mundiales, el zen, algo de sexo y, hoy voy a escribir sobre
gangsters y criminales, de los que (digamos), crímenes y, a pesar de ellos,
tenían una dignidad humana que hay que respetar, al menos del caso que me toca
escribir...
Si no hubiera dignidad en el relato, ni me molestaría en escribirlo,
porque escribir es trabajoso y yo bastantes veces sufro escribiendo y, a pesar
que a veces invierto un montón de tiempo escribiendo cosas que no son relatos
ficticios, son parte de mi historia...
Ya he explicado en varias oportunidades, que a la pareja no la
mantiene unida ni el sexo, ni el amor, a la pareja sólo la mantiene unida el
respeto mutuo. Y la tolerancia..
Siento que escribir es como una vacuna contra los años y, espero
poder contestar sobre los años que, si los asumes con alegría, la vejez te hace
libre. Cada vez tienes menos años, pero más ganas de disfrutarlos: ¿y para qué
demonios quiero dejar ni un céntimo aquí, además de no tenerlos?
Cada día, hoy por hoy, también tengo menos miedo a morir, porque
también sé que cuando me llegue la hora, me irá quedando menos cuerpo que
enterrar.
¿A qué viene todo esto???
¿Se acuerdan que unos cuantos, varios relatos (hace años aquí
mismo), dije que ya les contaría de una de las seis hermanas de mi abuela,
cuando vivían todos en New York? Bueno, a ella le decían Tuzza.
Ella, era la más mona de las hermanas gemelas, La Zia Margheritta,
era la otra, pero tenía el pelo negro...
Cuando se casó, lo hizo enamoradísima de un napolitano, que fué dueño
de un restaurante italiano, aún famoso que existe en la 43 y 5ta. De New York,
el “Little Italy Pizza”, que no sé si estará aún regenteado por sus tataranietos
o bisnietos y nietos, o quién (hace millones de años que no voy a New York) ...
En ésa época, y estoy hablando de los 1900's, creo que en el 10's
ó el 13's., no existía esa onda “fashion gastronómica” mamarracho de éstas
épocas...
En ésa época se cortaba la porción de pizza, raramente en forma triangular
ya que, con un cuchillo curvado y una punta súper filosa, se cortaba sobre (imaginen
una pizzera gigante de hierro machacado a martillazos), con pequeñísimos
agujeritos hechos con puntas de clavos gordotes y, debajo de ella brasa
caliente, en un carro con paragüas y ruedas, como si fuera una especie de
triciclo, de los que se usaban entonces para repartir.
Así había empezado a hacer l'america, el que se convirtió en
marido de mi tía Tuzza...
La que lo empujó, apoyó, y trabajó junto a él, en armar un
restaurante, donde además en la puerta se pudiera vender a los transeúntes, que
no podían pagar una vez dentro, las comidas que ella preparaba, con tan solo 18
años y un bebé, al que hamacaba mientras despachaba...
Afuera, comida napolitana, adentro además de la siciliana, ella inventaba
combinaciones magicas de sabores, y dicen que el pequeño restaurante, se llamó
desde el inicio, de la misma forma en que se llama actualmente.
Ladrillos a la vista, muchos candelabros que, en su momento,
habían sido barriles de madera, donde se apoyaban a comer, de pie... (¡qué
horror, mientras escribía esto, me enganché en una discusión en YouTube! Y me
miro de repente y, tengo una olla en las piernas, ¡pelando patatas!!!) ...
Bueno, ya terminé de cenar, ver una película, y retomo la
historia...
Claro, esos barriles estaban iluminados por una vela, luego por
otra, y otras más y, así a través de las décadas que siguieron, con lo cual,
cada barril, era una suerte de mini volcán de cera amarillenta...
Los faroles en las paredes eran de gas y cobre lustrosísimos y
opalinas de cristal y las mesas (“tavoli”), con manteles a cuadrados rojos y
blancos...
Un día, mi tío, el marido de Tuzza, decidió dejar los fríos de la
calle, y contrato más camareros y, entre ellos a un joven apuesto, napolitano
como él, un efebo, de ésos que aparecen de tanto en tanto en las publicidades
de Dolce & Gabbana...
Una sonrisa de punta a punta, donde el blanco de sus dientes se
mezclaba eróticamente, con la nieve que caía...
Mi tío, un buen día se percató que la miraba a mi tía Tuzza de
soslayo, y que su vena yugular palpitaba de una manera diferente (creo que le
decían Tonino)
Observó por días, y uno de esos días entró a la cocina, y en el
preciso momento que mi tía le decía:” ni siquiera te me acerques, yo amo a mi marido”
... (¡nemmeno t’avvicinare a me, io sono innamorata dal mio marito!!)
Ignazio, el nombre de mi tío, no dudo en coger el cuchillo filoso,
que estaba en la pizzera de la calle, y lo cogió de ése pelo negro, brilloso,
como un par de zapatos de charol, y...
Le tiró la cabeza para atrás, y con el filo del cuchillo, le tajeó
la boca de oreja a oreja...
“La sonrisa eterna”...( il sorriso eterno)...
Dicen en la familia, que murió en un establo, debajo de la casa de
sus padres en Nápoles de tristeza, porque extrañaba a Tuzza. A quien amaba con
locura...
Solo duró 2 años y medio, luego se ahorcó en un travesaño del
mismo establo, con una foto y el anillo de casamiento de ambos aferrado a una
mano, los que fueron enterrados con él, porque no lograron quitárselos...
Esa es una historia más, de las tantas de la familia de mi
abuela...
La que siguió adelante para alimentar y educar a sus tres hijos
varones, y a una hija mujer. La misma que siguió, con el tiempo en el
restaurante “Little Italy Pizza”, donde aún se sirve la misma pizza, pero con
exquisiteces como codornices rellenas de almendras y parmesano, o los “cannoli”
de ricotta, que hasta Juan Pablo II pidió, expresamente, en uno de sus viajes a
New York...
La Zia Tuzza, murió con la cabecera de la cama levantada, en su
antigua casa, con la vista clavada en la bahía, la misma que 50 años atrás, vio
partir clandestinamente al amor de su vida que, casi, asesinó por ella...
Espléndido dibujo de Jim Liao