sábado, 5 de noviembre de 2011

El Obsceno mundo distraido

El timbre del “fasten seat belts” me despierta de mi sopor...Y los oídos se me tapan con el escándalo de los motores del Airbus...

Acabo de llegar a Nueva York. Hay nieve, la vieja hermosa ciudad ofrece el sol gris que convierte en blanco y negro los campos que la circundan por New Jersey.

Ya dentro en el taxi, que me lleva a Manhattan, consulto el correo electrónico, busco con afán las noticias que vienen de Roma o de mi país, o de mis seres queridos.

Voy preocupado porque he extraviado, ¡otra vez!, mis gafas de leer, con las que he leído libro y medio en el avión.

Cuando me senté ante el ordenador busco, otra vez con afán, noticias de Egipto, de España, de Europa, y de cine...

Observé que un amigo me había reclamado como amigo en Facebook (¡pero si ya éramos amigos!), y entré en ese batiburrillo incesante de amigos que quieren amigos y más amigos, como si esa fuera una cucaña interminable de nutrientes bajos en calorías, la amistad automática que se obtiene por un clic y ya está, a otra cosa, a otros amigos igual de automatizados.

En esa búsqueda, que interrumpí para seguir escribiendo un texto que me asalta como la buena o como la mala memoria, di con un reportaje, sobre un mundo distraído, que hoy publican en el New York Post, sobre la influencia que tiene sobre nosotros esa urgencia obscena con la que vamos de una incitación de Internet a la otra, esa obsesión que nos impide mirar las ciudades a las que acabamos de llegar porque estamos mirando qué pasa en otros lugares gracias a la diabólica conexión perenne que depende del dedo índice de la mano derecha.

El reportaje se titula, Un mundo distraído.

Un mundo que nos está distrayendo de la vida.

Imagino que si uno dice cuidado nadie lo tomará como el grito de un reaccionario, pues la paciencia, la búsqueda paciente del saber tranquilo, puede resultar revolucionaria...

Y entonces hago memoria de mis contactos extraños, lejanos, con gente que dice estar sola, a pesar de tener una pareja, un novio, una amante. Alguien al lado, con quien estar tumbados mirando tele; o hablar de lo caro que está todo; o de cómo conseguir un pasaje de avión barato sin hacer trampas...

Y de mis entrañas surge el rugido de un león revolucionario, y mientras el taxi-driver, con turbante, que esconde Dios sabrá qué allí dentro, me dice:...Sir, your destination!”...y mi león pega una sacudida de melena...

El viento otoñal, sopla frío y de mi boca salen bocanadas de humo invisible, trato de no resbalar, en el hielo escarchado de la primera nevada, los pocos metros que me separan hasta el lobby...

Dios mio!!!!...una larga fila de turistas japoneses, en silencio esperan a ser dados de alta, mientras cuchichean, siempre cuchichean, sin perder la compostura, y la eterna sonrisa...

Decido sentarme en lobby bar y escojo una mesa que dá sobre Columbus Ave. y miro al exterior y me sumerjo en mis pensamientos, delante de un humeante "capuccino"...

Y me di cuenta en mi maraña de pensamientos, los que como en una pesca de patitos en la kermesse voy pescando y elijo uno que me perturba un poco.

Que loco está quien confía en la mansedumbre de un lobo, en la salud eterna de un caballo, en el afecto o amor de un muchachito, o en el juramento de una puta...

Y estas cosa me pasan a mi, ¿solo a mi ?
O es porque aun creo que el príncipe azul, llegará en su corcel blanco...O será que se le murió en el camino????

Pero estoy en New York, donde todo es posible, y se me cruzó por la cabeza comprarme una peluca, ¿porqué no?, así me sentiría como las putas. Falso, mentiroso, y podría ocultar la verdadera identidad de mi álma, que un día de lluvia, mira por la ventana y sus lagrimas se confunden con el goteo en el cristal.

De repente siento que alguien me toca el hombro y me dice amablemente ¿“may I help you” ?

Ostias! Los japoneses ya no están mas! Cuanto llevo aquí ensimismado en mis
pensamientos, o acaso fueron chekineados, con la misma rapidez que tienen en esa nación para resolver sus problemas????...

Subo a mi habitación, luego de la rutina del check-in y en un amable “Welcome to New york”, tiro todo sobre la cama, y vuelvo a abrir la pantalla del ordenador, total, ya tendré tiempo desde el piso 47, acojonarme con la vista de esta fantástica ciudad...

Y me doy cuenta que en España, ya es sábado tarde/noche, y se ve el rutilante centelleo de luces verdes, de sitios de citas, buscando compania, un polvo, o una charla de café...Aquí, aun debo ver que comeré, y seguro me pediré un “american sándwich”, antes de salir a la calle, y taparme hasta los ojos, como si llevara un burka de prendas de lana, pero en las lucecitas verdes de la pantalla de mi ordenador, no están los que yo quiero encontrar, ésas dos o tres personas, quienes como las putas, te hicieron creer que ésa noche de sexo único, supremo, se convertiría en una suerte de juramento de amor eterno, y entonces cierro de golpe mi ordenador, y mi león vuelve a rugir...

El edificio tiembla...