jueves, 27 de enero de 2011

El amor y el maltrato psicologico

Los amores dependientes

¿Qué puede llevar a una persona a resistir todo tipo de agravios y someterse de esa manera a ser maltratada psicologicamente en una relacion de pareja?

Cuando yo le pregunté a mi psicoanalista allá en el tiempo, por qué no lo dejaba, me contestó entre apenado y esperanzado: "Es porque lo amas... Pero sé que solo usted se podrá ayudar a desenamorarse... ¿no es cierto?...".

Yo buscaba el camino facilista: el alivio, pero no la cura.

Las reestructuras afectivas y las revoluciones interiores, cuando son reales, son dolorosas. No hay ninguna pócima para acabar con el apego.

Me dijo que mi caso necesitaba un enfoque similar a los utilizados en problemas de farmacodependencia, donde el adicto debe dejar la droga pese a la apetencia: Lo que la terapia intenta promover en las personas adictas es básicamente autocontrol, para que aun necesitando la droga sean capaces de pelear contra la urgencia y las ganas.
En el balance costo-beneficio, se puede aprender a sacrificar el placer inmediato por la gratificación a mediano o largo plazo.

Lo mismo ocurre con otro tipo de adicciones, por ejemplo la comida o el sexo. Uno no puede esperar a desenamorarse para dejarlo.
Primero debe aprender a superar los miedos que se esconden detrás del apego, mejorar la autoeficacia, levantar la autoestima y el autorrespeto, desarrollar estrategias de resolución de problemas y un mayor autocontrol, y todo esto se deberá hacerlo sin dejar de sentir lo que siente por él.
Por eso es tan difícil.

El drogadicto debe dejar el consumo, pese a que su organismo no quiera hacerlo. Debe pelear contra el impulso porque sabe que no le conviene. Pero mientras lucha y persiste, la apetencia está ahí, quieta y punzante, flotando en su ser, dispuesta a atacar.
El desamor no se puede lograr por ahora, eso llegará después.

Además, cuando comience a independizarme descubriré que lo que sentía por él no era amor, sino una forma de adicción psicológica.
No hay otro camino; tuve que liberarme de él sintiendo que lo quiero, pero que no me conviene.
Una buena relación necesita mucho más que afecto en estado puro.

El "sentimiento de amor" es la variable más importante de la educación interpersonal amorosa, pero no es la única.

Una buena relación de pareja también debe fundamentarse en el respeto, la comunicación sincera, el deseo, los gustos, la religión, la ideología, el humor, la sensibilidad, y cientos de mierdas más de supervivencia afectiva.

Yo era un adicto a la relación, o, si se quiere, un adicto afectivo.

Mostraba la misma sintomatología de un trastorno por consumo de sustancias donde, en este caso, la dependencia no estaba relacionada con la droga sino con la seguridad de tener a alguien, así fuera una compañía espantosa.

Me hicieron ver y comprender que el diagnóstico de adicción se fundamentaba en los siguientes puntos:

a) Pese al maltrato, la dependencia había aumentado con los meses y los años.

b) La ausencia de mi novio, o no poder tener contacto con él, producía un completo síndrome de abstinencia que, para colmo, no era solucionable con ninguna otra 'droga'.

c) Existía en mi un deseo persistente de dejarlo, pero mis intentos era infructuosos y poco contundentes.

d) Invertía una gran cantidad de tiempo y esfuerzo para poder estar con él, a cualquier precio y por encima de todo; había una clara reducción y alteración de mi normal desarrollo social, laboral y recreativo, debido a la relación; y

e) seguía alimentando el vínculo, a pesar de tener conciencia de las graves repercusiones psicológicas para mi salud. Un caso de 'amorodependencia', sin demasiado amor.

Vale la pena aclarar que, cuando hablo de apego afectivo, me estoy refiriendo a la dependencia psicológica de la pareja.

Los vínculos de la amistad y de afinidad consanguínea constituyen una categoría de calidad muy distinta, y superan el propósito del presente texto.
Sin embargo, es importante hacer una acotación.

Cuando se estudia el apego en la relación padres-hijos, el análisis debe enmarcarse en cuestiones más biológicas.
El apego aquí parecería cumplir una importante función de adaptacion. Sin desconocer los posibles riesgos del amor maternal o paternal asfixiante, es evidente que una cantidad moderada de apego ayuda bastante a que los progenitores no tiremos la toalla, y a que los hijos logren soportarnos.

Cuando el apego (attachment biológico) está decretado por leyes naturales, no hay que descartarlo, la cuestión es de supervivencia. Pero si el apego es mental (dependencia psicológica), hay que salir de él cuanto antes.

De aquí en adelante hablaré indistintamente de apego afectivo, apego a la pareja y apego afectivo a la pareja.

El deseo no es apego.

De manera más específica, podría decirse que detrás de todo apego hay miedo, y más, algún tipo de incapacidad.

Por ejemplo, si soy incapaz de hacerme cargo de mí mismo, tendré temor a quedarme solo, y me apegaré a las fuentes de seguridad disponibles, representadas en distintas personas. El apego es la muletilla preferida del miedo, un calmante con peligrosas contradicciones.

El hecho de que desees a tu pareja, que la degustes de arriba abajo, que no veas la hora de enredarte en sus brazos, que te deleites con su presencia, su sonrisa o su más tierna estupidez, no significa que sufras de apego.
El placer (o si quieres, la suerte) de amar y ser amado es para disfrutarlo, sentirlo y saborearlo.

Si tu pareja está disponible, aprovéchala hasta el cansancio; eso no es apego sino intercambio de reforzadores.
Pero si el bienestar recibido se vuelve indispensable, la urgencia por verlo no te deja en paz, y tu mente se desgasta pensando en él: bienvenido al mundo de los adictos afectivos.

Recordemos: el deseo mueve al mundo y la dependencia lo frena.
La idea no es reprimir las ganas naturales que surgen del amor, sino fortalecer la capacidad de soltarse cuando haya que hacerlo.

El desapego no es indiferencia.

Equivocadamente entendemos el desapego como dureza de corazón, indiferencia o insensibilidad, y eso no es así.

El desapego no es desamor, sino una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son: independencia, no posesividad y no adicción.

La persona no apegada (emancipada) es capaz de controlar sus temores al abandono; no considera que deba destruir la propia identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo y la deshonestidad.

Desapegarse no es salir corriendo a buscar un sustituto afectivo, volverse un ser carente de toda ética o instigar la promiscuidad. La palabra libertad nos asusta y por eso la censuramos.

Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es distanciarse de lo perjudicial y hacer contacto en la ternura.

Quien decide romper con la adicción a su pareja, entiende que desligarse psicológicamente no es fomentar la frialdad afectiva, porque la relación interpersonal nos hace humanos (los sujetos "apegados al desapego" no son libres, sino esquizoides).

No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo, pero sí podemos amar sin esclavizarnos.

Una cosa es defender el lazo afectivo y otra muy distinta ahorcarse con él.

El desapego no es más que una elección que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo.

¿Por qué nos ofendemos si el otro no se angustia con nuestra ausencia? ¿Por qué nos desconcierta tanto que nuestra pareja no sienta celos? ¿Realmente estamos preparados para una relación no dependiente? ¿Alguna vez lo has intentado? ¿Estás dispuesto a correr el riesgo de no dominar, no poseer y aprender a perder? Alguna vez te has propuesto seriamente enfrentar tus miedos y emprender la aventura de amar sin apegos, no como algo teórico sino de hecho?

Si es así, habrás descubierto que no existe ninguna contradicción evidente entre ser dueño o dueña de la propia vida, y amarse a uno mismo.

Por el contrario, cuando ambas formas de afecto se disocian y desequilibran, aparece la enfermedad mental. Si la unión afectiva es saludable, la conciencia personal se expande y se multiplica en el acto de amar. Es decir, se trasciende sin desaparecer.

E. E. Cummings lo expresaba así:

Amo mi cuerpo cuando está con tu cuerpo,
es un cuerpo tan nuevo,
de superiores muslos y estremecidos nervios

Ley de seduccion: no des nada al principio!!!

No des nada de ti...

Me parece un acto de soberbia decir si algo intangible existe o no existe, y pretender ser el portavoz es, ya un exceso, por eso creo que la primera ley de la seducción, es no dar todo al principio...De hecho, lo he aprendido llevándolo siempre al revés...

Sólo hay tres tipos de relaciones entre las personas: confrontación, colaboración o indiferencia.
Fin.

Por lo tanto, la magia, está solo en los matices y en nuestra capacidad de comunicación verbal y no verbal para cambiar ese escenario.
Si estamos ante un escenario de confrontación, tal vez haya que pasar un mensaje persuasivo; y si quiero huir, pero conservar la relación usaré un mensaje protocolario: "Tengo prisa; nos llamamos".

Algo muy típico de estas últimas décadas, y socialmente aceptado.

Mejor eso que "eres un pesado y no te aguanto más, sal de mi camino"...
Os imagináis una situación parecida?
Ojalá lleguemos a convertirnos en personas, que no dicen lo que piensan.

Hay que pensar qué efecto van a causar nuestras palabras y si eso es lo que pretendemos. No hay que perder de vista para qué estamos hablando.
Mi abuela siempre nos decía en su dialecto precioso:...” La lengua no tiene huesos; pero rompe huesos”...

Nos gusta seducir al interlocutor, porque siglos de mala convivencia nos enseñaron que coger ( agarrar) al otro por la solapa y empezar a agitarle diciéndole "¡ámame!"...Eso, no funciona.

Muchos dirán...Bueno..., eso ya lo sabemos...
¡Y una mierda!, la inmensa mayoría de la gente se muestra arrogante, agresiva o sumisa y no le pasa por la cabeza, esto tan mágico de qué puedo ofrecer a esa persona.

La primera ley de la seducción, sin la cual nada funciona, es: no lo des todo al principio. Y no hablo de sexo, si lo agotas todo, ¿qué interés tendrás la semana siguiente?...¡Es que si no te da, sólo para dos semanas!

Has de dejar de pensar en uno mismo y pensar en la otra persona. Sorprenderla cada día.
¿Que cómo se seduce sin palabras?
Yo tengo mis estrategias o al menos creo tenerlas y las comparto ahora con ustedes.

Se trata de identificar el escenario: si alguien aparta la mirada cuando le hablas, te interrumpe, mira la hora, lo más probable es que el escenario sea de confrontación o de indiferencia tensa; sabiéndolo, puedes rebelarte ante todo tipo de dominación.

Te cuento cómo? Haz la siguiente prueba cuando puedas, y si alguien te habla, de repente ponte pie. Tenga! Dile, y el solo hecho de hacerle sostener algo mío sin pedirle permiso es una actitud de dominación. Si lo logras, alli te inventas la excusa, del porqué le diste algo tuyo...

Nuestro cuerpo es un semáforo, un emisor de señales.
Cuando ligamos, ¿se han fijado en que hay un momento en el que no se habla y se está bien?...
Es porque nos hemos estado emitiendo señales en un escenario de colaboración.
Movimientos lentos (no tengo ningún tipo de nervios); lanzar una sonrisa sosteniendo la mirada (estoy a gusto contigo). 

La mirada está llena de códigos. 

Sí, claro...
Pero, como no tengo confianza con usted, le miro entre los extremos de los arcos ciliares y la punta de la nariz; pero no en la boca, ni del cuello para abajo, ni insistentemente a los ojos.
Así le estoy diciendo que me interesa pero la respeto.
Les garantizo que la gente lo percibe, ya verán...

Sin embargo, si quiero agredirla le miraré la boca, la repasaré descaradamente y usted dirá: este es un imbécil. ¿Por qué? Porque la he invadido. Aparte de la connotación sexual, la boca es el túnel a una cantidad de vísceras increíble, es algo íntimo. 

Hay quien te habla y no te mira. Eso es dominación.
El macho alfa es un personaje habitual en las oficinas, ese que también te mete la bronca delante de la gente, que quiere hacerte sentir una mierda, bueno, ése.... 

Quien no conoce o conoció alguno alguna vez?

En el momento en que tu frente brille, los hombros suban (porque ocultamos las zonas vitales), estás perdido.
No olvidemos que somos seres humanos desde ayer por la tarde. 

¿Cómo pararle los ataques? La primera señal que debo emitir es "a mí no me impresionas pero estoy dispuesto a colaborar si te portas bien". Esto significa que mis hombros tienen que estar caídos y que no estaré rígido, por eso tendré descompensado el cuerpo. Le miro, pero no directamente a los ojos, es decir, le respeto y exijo el mismo respeto. 

¿Y si se pasa de rosca? 

Técnicas más específicas, por ejemplo, a los “zares” que te dan la mano sin mirarte, yo se la pongo cerca pero no se la doy, entonces te miran y te encuentran sonriente... ¡Ya es tuyo!: has cambiado el escenario. 

También están los que te dan golpecitos cuando hablan y son los que me ponen los pelos del culo de punta, porque en la sociedad occidental la mujer tiene derecho a tocar más que los hombres (pueden quitarnos una miga del jersey). Y tienen derecho a mirar durante más rato, inspeccionar.
Y te exigen, que les mires a los ojos, cuando te hablan.

A nosotros nos resulta antipático ese comportamiento porque son señales femeninas destinadas a un público femenino y a nosotros nos gusta que nos vean machos. En pocas palabras, las féminas, hablan sin palabras.

Sí, yá!!!! con esas que suprimimos después de una coma. Por ejemplo: "¡Pero pregunta ya, (pesada)!".
Esa palabra no dicha se escucha, la emitimos con el semáforo.
La clave, está en observar para cambiar el frame (marco). 

En las parejas, por ejemplo, con tan sólo un par de gestos uno puede hacer cambiar la franja de colaboración a la de indiferencia; de hecho se usa mucho para mantener el interés del otro. Los que cambian los escenarios lideran las relaciones humanas.

Y si lo que queremos son oyentes entregados, tenemos que tenr en cuenta que, en una conferencia la gente escucha unos cinco minutos, luego se evade.
Lo primero es captar la atención y lo segundo estimular el interés, lo que sólo sucederá si lo que dice les propone un beneficio o les evita un problema.
Las explicaciones déjalas para el final.

Pero lo esencial para que te escuchen es que tú hayas escuchado primero. 

Asi que resumiendo.
El Poder, es algo que ya de niño me preguntaba por qué unos mandaban y otros obedecían, cuál era el argumento de esa obra de teatro de dominación y sumisión, y quería conocer las reglas.

Y hoy por hoy, con la edad que tengo, y tres créditos por pagar ( siempre lo digo), cuento cómo dominar todas las situaciones a través de los gestos.

Si tu interlocutor se toca la cara es que está atento, si se toca la proximidad de la boca hay algo de reserva, si es la nariz: miente. No tener prejuicios y percibir los cambios que se están produciendo en la comunicación no verbal es poder...
Y si se toca mucho el paquete ( bulto), es porque quiere follar ( cojer) contigo