miércoles, 22 de febrero de 2012

Tenemos que aprender a cortejar, parte 2...

( continuación)

En el cortejo, las cosas son mas o menos de este modo:
Se conoce a una persona en un bar, discoteca, o dónde sea, se miran un rato hasta que una de las partes se acercan ( generalmente, es el macho alfa) y se intercambian saludos...Si existe química se inicia una conversación, que puede seguir toda la noche, o cortarse para volver con los amigos.

En ese caso, se pasan mutuamente los teléfonos y ahí quedó la cosa, no olvidando de borrar el día siguiente ése numero o agregar al costado del nombre “idiota”...

Otra de las cosas que pueden ocurrir, es que salgan del bar, con la excusa de fumarse un puchito ( un pitillo) y que luego de intercambiar algunos conceptos banales, se tome dirección con rumbo a la casa de alguno...Se tiene sexo y si la cosa ha ido bien y se atraen lo suficiente, intercambian números de móviles, ya para no echar solamente un polvo, sino para repetir...

Acaba de comenzar el cortejo!!!!!...

A partir de aquí se inicia un proceso a través del cual pretendemos mostrar a ese hombre o mujer, que nos interesa y, a la vez, queremos que él o ella, se sienta interesado por nosotros...
Hacerlo bien es un arte.

A menudo se confunde cortejar con invadir.

Cortejar no significa llamarle cincuenta veces al día, ni entrometerte en su vida, ni buscarlo/la en todas las redes sociales y en todas las webs de perfiles ( sobre ésto ya escribiré, como prometí, sobre la “anorexia sexual”).

Cortejar no significa inundar su bandeja de entrada de correo. Cortejar es ir calibrando la intensidad de nuestras aproximaciones según el impacto que hemos logrado en su interés por nosotros.

En cambio y preguntándome como es el cortejo “gay” me doy cuenta que me siento un poco lerdo porque acabo de formular una pregunta que no sé contestar (;P) y que uso como excusa para decir aquello de “cada uno lo entiende a su manera" conforme a las experiencias que ha tenido a lo largo de su vida...

No hay dos cortejos iguales...

Pero como tú estás leyendo este artículo para que yo te explique algo y no para que me haga el canchero (el listo), trataré de dar un par de claves generales que puedan ofrecerte pistas para tu propio estilo.

Partimos de la idea de que, durante el cortejo, lo que hacemos es ir manteniendo el buen humor del otro mientras fomentamos su interés por nosotros, y así poder ir compartiendo nuestros mundos individuales hasta ir creando un mundo compartido, hecho de la intersección de nuestras vidas.

O sea: que se trata que sin renunciar a nuestra vida, sin que él renuncie a la suya, queramos estar juntos y pasarlo bien para que vaya surgiendo una relación en la que ambos nos sintamos implicados y comprometidos.

Hay un asunto que muchos gay no llevamos bien y que tiene que ver con la gestión de las emociones. Ya se ha hablado de ello en miles de artículos y libros,solo te remito a un texto fundamental para nosotros, como es “La rabia de terciopelo” (The Velvet Rage, Downs, 2005) para profundizar en ello.

Es importante saber que tantos años de ocultar nuestros sentimientos dejan su huella y producen un efecto por exceso o por defecto (sí, a veces nos pasamos con la exhibición de nuestras emociones y las publicitamos cuándo, cómo y dónde no toca, pero ya hablaremos de eso otro día).

Cuando nos quedamos con el cliché de “que no se te note que te gusta fulanito” marcado a fuego durante la adolescencia, al final terminas por sufrir un nudo en el estómago sólo ante la idea de mostrar tus sentimientos.

Racionalizamos ese pavor con afirmaciones como “aquí todo el mundo va a lo que va” o “eso son mariconadas”(o “cursiladas”) o “si le demuestro mis sentimientos, él tendrá poder sobre mí”.

Si has elegido al hombre adecuado, mostrarle tus sentimientos sólo puede traerte consecuencias agradables así que, anímate a afrontar tus miedos pasados y liberarte de esos clichés que siguen impidiéndote vivir tu sexo y afectividad con naturalidad.

Cortejar, como salir del armario, es otro paso más en la vivencia sana de la homosexualidad.

Alguien podría argumentar que no es que carezcamos de cortejo, sino que el cortejo de los gay es así: inmediato y sexual.
Y yo le daría la razón si no fuese evidente que es un comportamiento restringido causado por la persecución de una sociedad homófoba que nos obligaba a la furtividad.

El cortejo gay no es así, nos vimos obligados a que fuese así.
No era el cortejo que deseábamos, era el único que podíamos tener.

Las tres características históricas de nuestro cortejo eran no demostrar nuestros sentimientos, focalizarnos en el sexo e ir con mucha rapidez. Justo las opuestas a un cortejo eficaz. Veamos qué sería más funcional.

Si piensas que cortejar significa hacerte el estrecho (como sinónimo de "interesante”) mejor deja de ver telenovelas caribeñas!!!.

Los gays no damos al sexo esa trascendencia que le dan las parejas heterosexuales.

Los gay, aunque parezca paradójico, a lo que damos verdadera trascendencia es a entregar el corazón. Lograrlo sí que necesita de un verdadero cortejo y haber demostrado que somos ese hombre a cuyo lado él sería feliz...

El cortejo empieza detrás del primer (o cuarto) polvo. Cuando quedamos para ir a tomar un café y hablar de otras cosas. Empieza cuando nos hacemos reír, cuando encontramos coincidencias en nuestras aficiones, cuando él nos habla de su vida y nos parece un luchador admirable o un hombre tierno y entrañable.

Aún a riesgo de generalizar en exceso, diré que en los heterosexuales el cortejo acaba cuando se meten en la cama.

En los gay el cortejo comienza en el preciso momento en que salimos de ella.

El buen sexo es muy importante y, desde luego, no sólo porque resulta placentero sino también por que supone una expresión clara de la complicidad entre dos hombres.

También pone de manifiesto que existe atracción entre ellos y facilita la elaboración del vínculo emocional.

Tras el orgasmo aumentan los niveles de oxitocina en sangre.
La oxitocina es conocida en neuropsicología como la “hormona del amor” porque su efecto sobre nuestro cerebro hace que se fortifiquen los lazos con la persona que está cerca de nosotros y cuando se libera esa hormona, nos hace sentir más confianza, ser más generosos y más empáticos.

Como ven, ese efecto sobre nuestro cerebro hace que tras un buen polvo y orgasmo juntos, él nos parezca mucho más próximo y que nos sintamos más unidos. Añadiré que los abrazos y las caricias también liberan oxitocina así como el compartir “momentos especiales”.

El sexo es fantástico aunque –como tú ya sabes- no lo es todo.

( continuara la 3ra. Y ultima parte)...
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